A partir del proyecto de la Casa de Ladrillo de Mies van de Rohe de 1924 se rescataron como características principales la continuidad espacial entre ambientes y la relación ambigua entre interior y exterior. La casa está construída con muros portantes de ladrillo que se van recortando y perforando sin perder su cualidad de planos. Sobre estos muros se apoya una losa de hormigón visto que refuerza el carácter horizontal de la composición.