Un paraje litoral inclinado de tierra rojiza y olivos es ocupado por un agresivo tratado urbano. Los arquitectos se encargan del tratamiento de los espacios verdes previstos por el plan: un barranco aterrazado y una plaza entre edificios. En el barranco se suturan los muros degradados con escalinatas de acero corten que permiten bajar hacia el mar. La plaza, por debajo de la cota original del terreno, confina fragmentos del paisaje original con gruesos muros de hormigón-tierra.
