Hace casi un siglo que las administraciones de la ciudad de Buenos Aires empezaron a entubar sus arroyos. Doce cuencas han sido, durante décadas, ocultadas bajo losas o tubos de hormigón armado que en su superficie son avenidas, calles y hasta parques. Esta iniciativa marcaría el (no tan afortunado) destino de las aguas urbanas que en la actualidad están enterradas bajo el asfalto. Los paradigmas cambian y hoy podemos preguntarnos: ¿es posible dinamitar el hormigón y recuperar el pantano?