El complejo se ubica en un alargado muelle que ha sido transformado como espacio público y que constituye la salida natural de la ciudad al mar. Paralelo a la línea artificial que separa tierra y mar, el edificio adopta el límite y traza un perfil quebrado que evoca el colorido apilamiento de los contenedores, habitual en el paisaje portuario. El ancho contínuo del cuerpo viene definido por la sala principal mientras que la dimensión longitudinal se consigue por la sumatoria de funciones del programa, diferenciadas por colores.