Integrado por cinco líneas y sesenta y ocho estaciones el metro de la ciudad constitue una infraestructura de gran envergadura y complejidad. La red inclue dos aspectos diferentes: la implantación de las vías y las salidas de las estaciones en las calles con un claro impacto en la trama urbana y la arquietctura interna de las estaciones, muchas de ellas subterráneas y sujetas a condicionantes técnicos rigurosos. Se priorizó que cada estación presentara una configuración propia, adaptada al fragmento urbano con el que se vincula.