España está sumida en una crisis financiera tras el colapso de la burbuja inmobiliaria, pero sus arquitectos siguen produciendo un flujo constante de edificios inteligentes. En contraste con las arquitecturas corporativas desarrolladas por las grandes empresas extranjeras, el producto nativo tiende a ser de modesta escala, sobria y frugal. Gran parte de los mejores trabajos se está haciendo en la periferia. La recesión ha fortalecido las reivindicaciones de los arquitectos que son responsables de la construcción para crear yuxtaposiciones armoniosas de lo nuevos y lo existente.