Una vieja caseta de guardia escondía la entrada de un búnker subetrráneo, construído para albergar una estación de radar dedicada a la detección de vuelos a baja altura. Además el terreno presenta una topografía dominada por un túmulo de tierra de ocho metros de altura. El sitio se convierte en el emplazamiento de una casa de vacaciones cuya altura máxima se define a partir de la altura del túmulo, con una cubierta que comprende una serie de pendientes cuyos planos y ángulos que hacen referencia a la arquitectura vernácula.