El desafío consistió en proyectar un edificio de carácter público en un barrio de génesis ilegal, compuesto por casas bajas construídas sin ningún criterio o reglamentación. La primera idea fue delimitar el lote con muros y construír el edificio como si fuera una vivienda; el programa se toma del terreno generando pequeños patios de permanencia que permiten resguardar el interior del desorden externo. La plaza pública de llegada construye la urbanidad en este territorio comprometido.