El terreno objeto de la intervención tiene 170 m de largo y constituía una zona de frontera con un alto nivel de degradación urbana en el límite del barrio con las vías de los ferrocarriles Mitre y San Martín. La gran plaza elevada con una rampa peatonal de acceso es el balcón que resuelve el borde urbano por donde se accede a los edificios que responden a un lenguaje ferroviario: muros de ladrillo, voladizos de hormigón, perfiles metálicos y pisos de adoquin y piedra partida.